El escultor rehabilitó el caserío manteniendo su identidad tradicional. Cuando Chillida adquirió la finca, el edificio estaba prácticamente en ruinas. En el exterior, el caserío mantiene su aspecto tradicional. Sus muros de fábrica mixta alternan mampostería y sillería, concretamente los sillares se aprecian en el entorno de los vanos. Además, el edificio conserva en ambos lados de la fachada sur dos contrafuertes de perfil triangular. La edificación mantiene también el entramado de madera y el escudo de armas original de la familia Zabalaga tallado en la fachada norte.